La Red CEPELA es una apuesta colectiva por la recuperación del pensamiento crítico situado en América Latina. Esta afirmación pareciera ser evidente en sí misma y no dar mayor espacio para la confusión. Sin embargo, si nos detenemos en cada uno de los elementos que la componen y nos interrogamos por su significado, aparece un mundo de perplejidades. En efecto: ¿qué es el pensamiento crítico? ¿Qué quiere decir que dicho pensamiento esté situado? ¿Cómo entender a América Latina? Abordar cada una de estas preguntas, no consiste en un ejercicio de vanidad intelectual, sino que implica una definición de las perspectivas desde las cuales trabajamos como proceso colectivo.

En primer lugar, concebimos el pensamiento crítico como ese esfuerzo constante por no conformarnos con lo evidente;  la crítica entendida como la pregunta permanente por cómo las cosas han llegado a ser lo que son, para de esa manera comprender las relaciones recíprocas que existen entre las distintas problemáticas que nos afectan, y la visibilización de los espacios desde los cuales los sujetos pueden intervenir en su transformación. Y aquí emerge el segundo aspecto que consideramos relevante del pensamiento crítico: la importancia de la praxis. Para que un pensamiento sea realmente crítico, no puede contentarse con la denuncia del mundo existente; tiene que estar acompañado con el compromiso de convertir las palabras en acción colectiva que transforme el mundo, no desde imperativos externos, sino desde las posibilidades de cada sujeto. En este sentido, cuestionar el mundo es, primer lugar, cuestionarnos a nosotros mismos; siendo el desafío el asumirnos como sujetos en constante cambio, cuyo conocimiento tienda a la realidad, no para interpretarla sino para transformarla.

Es decir, el pensamiento crítico entendido como la apuesta por un conocimiento comprometido con la construcción de un mundo nuevo y mejor.

Pero no basta que el pensamiento sea crítico; tiene que estar situado, es decir, no debe ser la copia de propuestas pensadas para otros tiempos y otros contextos. Para poder transformar el mundo en el que vivimos debemos partir de la urgente necesidad de construir un pensar que busque la resolución de las problemáticas de nuestro tiempo y de nuestra sociedad. Parafraseando al maestro Simón Rodríguez, si no somos capaces de inventar nuevas realidades, fracasaremos en el proceso de transformarnos.

En este sentido, buscamos pensar nuestras problemáticas, desde nuestra tierra, desde nuestro continente en relación a nuestras cosmogonías y a lo que nosotros hemos construido como sujetos.

Ahora bien, la característica primordial de América Latina es la heterogeneidad. Más que una región geográfica perfectamente delimitable, pensamos que América Latina es la confluencia de un sinnúmero de propuestas, de tradiciones, de culturas, de formas de organización. Hablar de América Latina implica la existencia de múltiples propuestas que se unen para crear algo nuevo.

Por otro lado, para nosotros, hablar de América Latina implica una búsqueda constante por la emancipación de nuestros pueblos. Desde siempre, nuestro continente se ha constituido a partir de las luchas, no sólo contra quien nos niega nuestra posibilidad de ser, sino por encontrar un camino de autoafirmación. Búsqueda que, indefectiblemente, nos lleva de nuevo al reconocimiento de la heterogeneidad.

Así, resulta imprescindible la recuperación y defensa de todos los ámbitos en los que se manifiesta el pensamiento crítico en América Latina, no solo desde una concepción historiográfica, también desde distintas construcciones epistémicas, como la ciencia política, las ciencias sociales, humanas, económicas, agrarias, de la salud y las artes. Pero entendiendo que la apuesta por la transformación de nuestra realidad se manifiesta de distintas formas; es necesario reconocer y recuperar las distintas apuestas del pensamiento disidente y emancipador de nuestro continente, para construir un nuevo mundo desde las voces de los oprimidos.

Como se ha dicho, el pensamiento crítico, el pensamiento emancipador y transformador en América Latina no es único ni homogéneo; no se centra en una sola área del conocimiento ni en una sola perspectiva. América Latina, como crisol, genera necesariamente un pensamiento heterogéneo. En este sentido, la recuperación y valoración del mismo tiene que partir de su multiplicidad. Como Red, reivindicamos todas aquellas propuestas que apuntan a la transformación de nuestra realidad, desde las distintas áreas del conocimiento, así como desde las distintas manifestaciones de los pensamientos disidentes que se han generado en el continente.

En pocas palabras, defendemos un pensamiento que cuestione el mundo desde la heterogeneidad de nuestras realidades, con el objetivo de transformarlo.

El 10 de Febrero de 2005, antes de que finalizara la mañana, muchos estudiantes se encontraban gritando arengas contra el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos frente a la calle Barranquilla que pasa junto a la Universidad de Antioquia. Ese día, en medio de la protesta, hubo una explosión muy fuerte que dejó a muchos aturdidos y a más de 60 personas heridas en las puertas de la universidad. Nunca se supo realmente qué pasó: si fue un descuido del grupo de tropeleros, si fue un sabotaje. Pero lo cierto es que como consecuencia de esa jornada de protesta, además de los múltiples heridos, 15 estudiantes fueron capturados en sus casas, judicializados y aprisionados en la operación Álgebra II adelantada por la Fiscalía, el CTI y los Comandos Especiales Antiterrorismo del Ejército Nacional, siendo sometidos al escarnio público y la estigmatización desde los medios de comunicación, en una triste tradición que aún hoy se ensaña en contra de los movimientos sociales.

Tras estos eventos,  muchos estudiantes llegaron a la universidad, desafiando el clima de miedo que se quería sembrar por medio de amenazas, persecuciones y señalamientos, empeñados en que era necesario abrir espacios para el debate, con el fin evitar nuevas tragedias. En ese entonces, no existían las oficinas estudiantiles, y muchos de los grupos estudiantiles tenían que sentarse en las materas, enfrentándose con lo que para la época se conocían como las Autodefensas de la UdeA.

En este contexto surge el Proyecto de Oficina Estudiantil (POE) en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas; como espacio para el debate amplio y argumentado de los problemas que como sociedad nos aquejan, buscando recuperar el ethos crítico y transformador de la Universidad Pública, puesto que creíamos que era necesario poner en discusión, no solo los modelos curriculares, sino la relación universidad-sociedad.

Construir este tipo de procesos en la Universidad nunca ha sido fácil, porque lamentablemente, en ella siguen teniendo presencia modelos binarios y prejuiciosos: mientras que para algunos sectores de la universidad, quienes impulsábamos estos debates éramos “organizaciones vendidas” que estaban institucionalizando al movimiento estudiantil; para la institucionalidad de la universidad, éramos quienes preparaban las “papas-bomba” en la oficina estudiantil. Ante esta doble acusación, siempre hemos respondido que ni hacemos las papas-bomba, ni somos institucionales, simplemente reivindicamos el derecho a ser disidentes, a la crítica y a querer pensar el mundo desde lógicas ajenas al  pensamiento binario.

En medio de las discusiones y los debates que se daban en la universidad en el contexto del surgimiento de la Red, nos dábamos cuenta que contra lo que nos enfrentábamos 10 años atrás era contra un modelo de desarrollo económico, que se expresaba en el Tratado de Libre Comercio; el mismo contra el que se había luchado en el plan nacional de desarrollo de 1999, que costó la vida de más de 7 compañeros, incluida la de Gustavo Marulanda y la de Jesús María Valle Jaramillo.

Hoy, 10 años después, nos damos cuenta que los problemas del país siguen siendo los mismos: un modelo de desarrollo que despoja las comunidades para entregar los territorios al gran capital; un modelo político que posa de democrático pero que persigue, estigmatiza y castiga a los movimientos y líderes sociales; una sociedad que condena la diferencia y no tolera la existencia de pensamientos y acciones disidentes.

Ante este panorama, creemos necesarias una serie de transformaciones de nuestra sociedad: un nuevo modelo político y de desarrollo que se aboque, no a garantizar la inserción del país en los mercados internacionales, sino que se piense la satisfacción de las necesidades básicas de la población, no solo económicas, también culturales y sociales; donde cada sujeto tenga la posibilidad de construir en colectivo, pero con autonomía; donde todas las reivindicaciones sean válidas y no nos lleven a la fragmentación, sino a la construcción de un país en el que sea posible la diferencia.

En este sentido, la primera reivindicación que hacemos como proceso es el de la democratización de la universidad pública. Democratización entendida, no solo como la posibilidad de que sean los universitarios quienes gobiernen los rumbos que debe transitar la universidad, sino también como la necesaria vinculación de la Universidad con los procesos sociales. Es decir, la recuperación de un ethos democrático y transformador de la universidad pública, que asuma la tarea de aportar en la solución de los problemas nacionales; por oposición a esa universidad tecnocrática, elitista, empresarial y cerrada a la sociedad que se impulsa desde el actual modelo de desarrollo.

¿Es la universidad un espacio aséptico, neutral, independiente de la sociedad, el cual debe mantenerse en una lógica de neutralidad? Desde la perspectiva ética y política de la Red CEPELA, consideramos que la academia no es neutral: cualquier ejercicio de creación y construcción de conocimiento parte desde de una perspectiva del mundo y tiene una intencionalidad; en este sentido, la academia debe tener un compromiso y debe vincularse con la realidad, básicamente porque la universidad ha construido discursos y epistemes que han validado ciertas historias y ciertas memorias, y no creemos que deba haber una única memoria al interior de esta institución que construye verdad.

Por eso cada estudiante, cada miembro de la academia debe aprovechar el espacio de la universidad para formarse, pero teniendo siempre en cuenta que su objetivo está más allá de los recintos universitarios, no olvidar nunca que el espacio de los intelectuales orgánicos, aquellos reclamados por Gramsci, está en las luchas sociales, para pensar colectivamente el modelo de desarrollo, pensar la guerra y mirar cómo construir un país en paz, con democracia y justicia social desde las bases.

Como se enunció al inicio de esta presentación, la Red CEPELA es un proceso colectivo. De nuevo, pareciera que ésta es una afirmación que no presenta mayores confusiones. Sin embargo, en un contexto en el que el sentido común neoliberal y su exaltación del individuo como mónada aislada ha tenido tanto peso, creemos necesario considerar de una manera más profunda lo que significa construir procesos colectivos.

En primer lugar, hay que decir que como colectivo no somos tan solo una sumatoria de individuos que comparten propuestas. No se trata de prescindir de la singularidad para que varias personas se agreguen; por el contrario, debe contarse con la voluntad individual de participar del proyecto. Pero una vez se decida hacer parte de la construcción de un colectivo, resulta imperativo trascender lo individual y asumir el reto de construir una voluntad colectiva. Porque para lograr sacar adelante un proyecto de futuro común, no basta con una división de tareas y que cada uno se encargue de cumplirlas; debe existir, además, consonancia colectiva, criterios construidos comúnmente, objetivos compartidos y valorados por todos. En una orquesta no basta con que cada uno de los instrumentistas toque a la perfección su partitura, es necesario respetar y seguir el mismo tiempo; estar armonizados en la ejecución; comunicarse con miradas, gestos y movimientos. Y, sobre todo, existir un acuerdo respecto a la pieza que todos van a tocar. Porque si se reúnen los mejores intérpretes, y todos tienen una partitura distinta, solo se escuchará ruido, por más que cada instrumento tenga una interpretación virtuosa.

En este sentido, las decisiones que afectan el quehacer y que definen los rumbos de la Red se toman colectivamente, en Asamblea.

Pero además, es un proceso organizado, con espacios de decisión asamblearias y con instancias colectivas  de coordinación del trabajo. En este sentido, para poder hacer parte de los espacios reseñados, no basta con manifestar el querer participar, sino que es necesario un proceso de formación académico-política. Para éste, los miembros de la Red se dividen en diversos colectivos de formación que abordan un plan de estudios consistente, en su primer ciclo, en 4 ejes: i) la universidad y la construcción de conocimiento; ii) contextualización del conflicto armado; iii) vigencia del análisis marxista; y iv) lecturas de geopolítica. Este plan de estudios tiene como finalidad la construcción de puentes discursivos y de análisis dentro de los miembros de la Red, de tal manera que, respetando las diferencias, sea posible la construcción de proyectos comunes.

Quienes finalicen el antedicho plan de formación, y demuestren un compromiso serio con las perspectivas y proyectos de la Red, pueden hacer parte de lo que se ha denominado la “Asamblea de votos”: este es el principal órgano colectivo de deliberación, y en él se toman las principales decisiones de la Red. Cada persona que haga parte de este espacio tiene derecho a plantear sus posturas y a participar de las toma de decisiones, y los acuerdos que allí se tomen se convierten en la hoja de ruta que cada miembro de la Red debe asumir.

Por último, existe una coordinación colegiada, compuesta por varias personas, cuyo objetivo consiste en asegurar el cumplimiento de las decisiones y proyectos asumidos por la Asamblea de votos. La composición de este espacio de coordinación es rotativa entre todos los miembros de dicha Asamblea.

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